A los 25 años confirmé mi adopción, sospechándolo desde mis 12 años, pero recién ahora con la ayuda de Internet y las Agrupaciones que se dedican a ayudarnos a los hijos biológicos me lancé a la búsqueda de mi origen biológico.
Al parecer las madres biológicas también hicieron su propio PACTO de SILENCIO, y tienen miedo, de hablar y/o buscarnos, como si hubieran cometido algún delito, un delito que nunca existió y que hoy después de tantos años nadie les va a reprochar nada por haber tratado de hacerles un bien a sus hijos, que no iban a poder criar, cómo es mi caso, el amor que he recibido de mis papás, ya fallecidos, fue incomparable y yo les agradezco eternamente el que me hayan dado una infancia feliz, una educación y, por sobretodo, mucho amor, vivían por y para mí, lamentablemente, ya no están conmigo. No es bueno seguir cargando esa cruz sola manteniendo ese secreto, es hora de asumir las responsabilidades y contar la verdad, de demostrar que se es una verdadera mujer, liberando su espíritu ante Dios que, estoy segura, ya las ha perdonado. Pidan ayuda, pero hablen. Sacándose ese “peso” de encima podrán apreciar una nueva vida. No basta con confesar el “pecado”, hay que tratar de ayudar a reparar el problema creado. Busquen por Internet. Si no saben cómo se hace para entrar a Internet, pregunten. Alejen ese gesto adusto que se les produce por ocultar una parte importante de su pasado. Estamos en el siglo veintiuno, hace rato que terminó la Inquisición. Como personas sabemos que tenemos componentes heredados y componentes adquiridos. Ambos forman la PERSONA. Conocer los orígenes nos da seguridad. Nos permite saber QUIENES SOMOS. Dónde estamos apoyados. Nuestra raíz. Es muy complicado explicar lo que se siente cuando se desconocen los orígenes. Sobre todo a personas que no han sentido esto, saber quiénes somos sirve para sentirnos COMPLETOS. Con nuestro PASADO y el PRESENTE. Aquí no se trata de culpar a los padres biológicos o a los adoptivos o a los apropiadores. Cada uno habrá tenido sus motivos para hacer lo que hizo y tampoco somos Dios para juzgar. Pero tampoco nadie es Dios para decirnos si PODEMOS O NO saber nuestro pasado. Negarnos la posibilidad de conocer nuestra historia es condenarnos a vivir sin poder construir nuestra persona. Es un proceso muy intimo e interno, un encuentro MUY PERSONAL, que tiene sus tiempos de elaboración. No todos procesamos de la misma forma el conocer nuestros orígenes y nuestra historia. Tal vez usted, como muchos, pueda asociarse con un rostro, una voz, una historia. El tema es muy delicado se calculan millones de personas en nuestro país buscando su origen biológico, que van desde los 75 a los 15 años de edad, Deseo dejar constancia que no tengo ninguna intención de transfondo. Simplemente, y no es poco, quiero CONOCER MI ORIGEN BIOLÓGICO.